viernes, 29 de enero de 2016

El mes de enero no cierra

Cambiar de año suele significar cerrar una etapa pero también abrir una herida. La herida del recuerdo, que, con el tiempo, se deforma tanto que llega a parecernos incluso hermosa. Escuece cuando nos acerca todo eso y a todos esos a los que una va dejando atrás y a los que tanto quiso alguna vez. Lo cual acaba siendo tan irremediable como necesario cuando, tantas veces, no elegimos bien lo que queremos ni a quien queremos, si es que eso se puede elegir. Sin embargo, con el paso de los años nuevos, ésta se ha ido acostumbrando a la puñalada de las crisis y, cuando la melancolía anuncia una nueva grieta, siempre encuentra algún consuelo con el que sellarla.

En cualquier caso y afortunadamente, esta sensación de primera hora del año suele durar lo que tarda en llegar el mes de febrero, al que llegamos con un año más, un año menos y el pijama. Pensando que las semanas previas fueron un período tonto de adaptación. Y creyendo que olvidamos. Cuando se estudiaba música en el colegio, se aprendía que existen los compases de espera, que básicamente son espacios de silencio sobre los que descansa la memoria de lo interpretado. El mes de enero es sólo un compás largo de espera que soporta vagamente la última nota del año anterior.

A las puertas ya del segundo mes de éste, dicen que España ha sufrido una crisis de la que se recuperaba con cada cambio de año. Aunque cada enero se nos abría una úlcera en la boca de la economía del tamaño del Cañón del Colorado. Hoy también dicen que las pensiones cuestan once mil millones más de lo que se está cotizando anualmente y que la hucha ha menguado hasta la alarmante cantidad de treinta y cinco mil millones de euros. Es decir, que, si gastamos once mil millones más de lo que ingresamos, al mismo ritmo de cotización, queda remanente para mantener las pensiones durante tres años más y un rato. Y si sólo fuera eso..., pero es que la Unión Europea ya pide al gobierno entrante (será por eso que no entra ninguno) que profundice en la reforma laboral y más recortes. Por no decir que el FMI sugiere el copago de la sanidad y la educación, el incremento del IVA reducido y nunca más un regreso a los orígenes de los ajustes aprobados en el pasado no nos vayamos a acostumbrar otra vez al sol mediterráneo. Sin olvidar, por si se nos olvida, que nuevos casos de corrupción inundan la península dejándola sin playas. Y, mientras, todos los ojos puestos en el hemiciclo, que este año se nos queda corto para el atasco de escaños que se traen los más votados.

El año nuevo deja de serlo y la nostalgia sigue apretando como al principio. Quizá sea sólo una sensación, pero, con permiso de la herencia recibida, de Mariano y sus secuaces y de los que protestan desde el gallinero por la silla que les toca, yo diría que el mes de enero español no cierra. Que esto todavía va a escocer un tiempo. Que tardaremos en alcanzar las calendas de febrero en este anuario español al que no se le acaban de caer las hojas.

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